Son una especie en extinción. En el siglo pasado recorrían las calles lanzando al aire sus melodías algo tristes y melancólicas pero llenas de tradición. Las dueñas de casa salían a la puerta a escucharlos, mientras los niños correteaban a su alrededor. Después, con unas monedas recibidas se daban por pagados y continuaban su peregrinar urbano.
Este joven adolescente, con tenida moderna y postura más irreverente, ha continuado la tradición de su padre o tal vez de su abuelo. Algún dia ese hermoso aparato musical dejará de sonar y así desaparecerá una tradición más de nuestra tierra.
Al menos, aún tenemos la oportunidad de escuchar, de vez en cuando, esas nostálgicas melodías que parecen transportarnos a un mundo mágico,evocador y más amable que contrasta con la vorágine impersonal de la vida moderna.
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