Otro testimonio de los festejos de este largo dieciocho. Como nunca nuestro pueblo disfrutó de tantos dias para ir a las ramadas, comerse un buen asado y saborear sin privaciones la chicha, los buenos tintos y las ricas empanadas.
Esta anónima festejante sucumbió a los excesos. Sin embargo, jamas perdió su dignidad y prestancia de una dama bien preciada y no permitió que su humanidad fuera a parar al suelo, como cualquier borrachito.
Con un equilibrio de puro instinto, hizo caso omiso a la teoria de Newton, permaneciendo dignamente sentada, mientras los picaros grados de alcohol la sumían en su mas profundo sueño dieciochero.
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